Henri Cartier-Bresson es considerado uno de los fotógrafos más importantes e influyentes del siglo XX, y con justa razón. Su vida estuvo marcada por una obsesión por capturar lo que él llamaba el “instante decisivo”. Este concepto era básicamente su forma de entender que una buena foto no solo es cuestión de técnica, sino de estar en el lugar adecuado en el momento justo, cuando la escena que tienes frente a ti cuenta una historia por sí misma.
Cartier-Bresson nació en Francia en 1908 y, aunque al principio no se interesaba mucho por la fotografía, sí estaba muy metido en el arte. De hecho, su primer amor fue la pintura, y fue alumno de André Lhote, un cubista muy famoso. Sin embargo, cuando descubrió la fotografía, su mundo cambió por completo.
Una de las cosas más interesantes sobre Cartier-Bresson es que fue uno de los primeros en utilizar una cámara Leica, que en aquel entonces era una novedad por ser pequeña y muy práctica para llevar a todas partes. Esto le permitió moverse con libertad y pasar desapercibido, algo clave para su estilo de fotografía documental y de calle. Podía capturar momentos cotidianos y espontáneos sin que las personas se dieran cuenta de que estaban siendo fotografiadas, lo que le daba un toque muy auténtico a su trabajo.
Cartier-Bresson recorrió el mundo con su cámara, desde Europa hasta Asia y América. Además, fue cofundador de la famosa agencia Magnum Photos, que revolucionó la fotografía documental y permitió a los fotógrafos tener más control sobre su trabajo. Documentó muchos momentos históricos importantes, como la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial o la muerte de Gandhi en la India.
Pero, más allá de los grandes eventos históricos, lo que hizo famoso a Cartier-Bresson fue su capacidad para ver la belleza en lo cotidiano, en los gestos más simples y las escenas de la vida diaria. Sus fotos están llenas de movimiento, emoción y, sobre todo, humanidad. Por ejemplo, una de sus imágenes más famosas muestra a un hombre saltando sobre un charco, congelado en el aire justo antes de que sus pies toquen el agua. Este es el ejemplo perfecto de lo que él consideraba el “instante decisivo”.
Henri Cartier-Bresson fue más que un fotógrafo; fue un observador incansable del mundo, alguien que veía más allá de la superficie y capturaba lo esencial en sus imágenes. Su legado sigue vivo hoy en día, y su manera de ver la fotografía ha influenciado a generaciones de fotógrafos.