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Hace un momento estaba viendo la foto final que hizo Annie Leibovitz en la sesión que realizó a la reina Isabel II en 2007 y que fue un momento icónico tanto para la fotografía como para la cultura pop. Se trató de una serie de retratos oficiales para conmemorar la visita de la Reina a Estados Unidos, y como era de esperarse, Annie Leibovitz, conocida por su capacidad para capturar a celebridades de una manera única y personal, tuvo la responsabilidad de retratar a una de las figuras más influyentes y reconocidas del mundo.

Lo interesante es que, desde el inicio, el ambiente no era el típico para un retrato real. Leibovitz, con su estilo más relajado y directo, empezó por hacerle sugerencias a la Reina sobre cómo le gustaría que posara. En un momento, incluso le pidió que se quitara la corona, lo cual causó un ligero revuelo, pero la reina, fiel a su carácter firme y sin perder la compostura, le respondió que sería mejor si se quedaba con ella. Esta interacción destacó la tensión entre el enfoque moderno y directo de Leibovitz y la solemnidad tradicional que rodea a la monarquía británica.

La sesión se llevó a cabo en el Palacio de Buckingham y fue bastante rápida. A pesar de la formalidad del evento, Leibovitz consiguió captar la esencia de la Reina en una imagen poderosa, donde Isabel II aparece con una capa de armiño frente a una ventana con luz natural, lo que le da un aire solemne pero majestuoso. La fotografía final es impresionante, con un tono oscuro y una Reina que se ve imponente, pero accesible.

El proceso de la sesión también generó algo de controversia mediática debido a un documental de la BBC que editó una parte de las imágenes de manera que parecía que la Reina había salido abruptamente de la sesión, algo que luego se aclaró como un error de edición.

En resumen, esta sesión es recordada no solo por la belleza del retrato final, sino por la forma en que Annie Leibovitz logró capturar a una figura tan icónica como la Reina Isabel II desde una perspectiva ligeramente diferente, humana y majestuosa al mismo tiempo.

Por cierto, Annie Leibovitz es, probablemente, la fotógrafa mejor pagada de la historia; su fortuna se calcula actualmente en unos 40 millones de dólares, nada mal para una colega.

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